Morena y su choque de caciques en la Sierra Negra
A los ojos ingenuos, un cacique puede pasar inadvertido si se disfraza de “líder social”; un pleito personal, con intereses muy particulares, puede ser también confundido con una “lucha ideológica”, si no se mira con cuidado; un revanchismo visceral puede pretender pasar como denuncia parlamentaria. Eso ocurre hoy en torno a una disputa de poder caciquil, a secas, que tiene su origen en la Sierra Negra, del estado de Puebla.
La diputada Inés Parra Juárez, quien consiguió la elección consecutiva y repite en la curul del Distrito 4 Federal, con cabecera en Ajalpan, hoy está muy lejos de ser aquella solitaria activista del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) que, con un paquete de fotocopias bajo el brazo, buscaba compromisos de votos en la elección de 2018.
Ella, como muchos otros sin grandes méritos, llegó al Palacio Legislativo de San Lázaro el 1 de septiembre de aquel año, gracias al impulso de Andrés Manuel López Obrador, por encima de cualidades propias.
Quién lo diría, en ese proceso venció al hoy presidente electo del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Néstor Camarillo Medina, quien hizo su esfuerzo propio y legítimo, caminando ese distrito.
Pero bien, hablamos de Parra.
Ella tiene un pleito personalísimo con su compañera en el bloque lopezobradorista de esta LXV Legislatura, Araceli Celestino Rosas, diputada federal del Partido del Trabajo (PT), representante del Distrito 15, con cabecera en Tehuacán.
El tema es de una visceralidad descomunal, al grado de que Inés ha reprochado ácidamente a los dirigentes del partido del presidente Andrés Manuel López Obrador, que se haya permitido su llegada a la curul.
El tema causa estupor, porque se trata de su misma compañera de bloque, en la misma legislatura, del mismo estado y, si nos ponemos escrupulosos, hasta de la misma región del sur del estado de Puebla.
La diputada morenista ha terminado por embarrar a todos en su pleito: a la Fiscalía General del Estado (FGE), al gobierno estatal y a otras instituciones, por la aprehensión de varios integrantes de su grupo político que, desde muchas visiones, están involucrados en un caso de sobrados méritos judiciales.
Cometieron presuntos delitos, en el contexto de un conflicto postelectoral en el que, por cierto, ningún recurso o impugnación presentaron.
La animadversión de Parar Juárez se extiende al hermano de su compañera petista, el actual alcalde saliente de Coyomeapan, David Celestino Rosas.
El pasado 13 de septiembre, en una solitaria conferencia de prensa en San Lázaro, reprochó incluso al movimiento del presidente López Obrador, por la inclusión de estos personajes en la Cuarta Transformación (4T):
“¿Qué es Coyomeapan? -se preguntó y se respondió ella- Un municipio de población indígena, enclavado en la sierra, con habitantes que lo único que hicieron es manifestar el hartazgo que se vive en su municipio, del actual edil, David Celestino Rosas, y también por su hermana, que ahorita actualmente (sic) es diputada federal del Partido del Trabajo.
“Lamento que Morena, que la coalición Juntos Haremos Historia se haya infiltrado de (sic) gente perversa, como los nombres que he mencionado y que el PT le haya permitido la entrada a la gente, con trayectoria muy nefasta…”, dijo aquel 13 de septiembre, con apenas la compañía de su compañera Julieta Vences, a quien por cierto, Parra le disputa hoy la posibilidad de coordinar la bancada poblana de Morena, y a quien -paradojas de la vida- utilizó en la sesión de este 21 de septiembre, para apuntalar su tema, con un comentario que leyó en su celular, desde su curul (de ella hay tela de sobra, que comentaremos en otra entrega).
¿Hasta dónde éste es un asunto personal?
Efectivamente, los Celestino Rosas han gobernado aquel municipio por 11 años. Son, también desde distintas miradas, unos caciques.
¿Enarbola Parra causas justas o encabeza una disputa de grupos?
Pareciera más el pleito de facciones.
Un tema de bronca en casa… la casa de ellos.
Twitter @Alvaro_Rmz_V
*Los comentarios son responsabilidad exclusiva de quien escribe la columna de opinión.
Comments