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El retroceso de la infancia a un año del inicio de la pandemia pro Covid-19



El progreso ha retrocedido en prácticamente todos los indicadores importantes relativos a la infancia, dice UNICEF un año después de la declaración de la pandemia

Nueva York, EUA. (UNICEF).- Un año después de que la COVID-19 se declarase pandemia, los últimos datos de UNICEF descubren una nueva normalidad devastadora y distorsionada para los niños del mundo.


“Un año después del comienzo de la pandemia de COVID-19, el progreso ha retrocedido en prácticamente todos los indicadores importantes de la infancia”, ha afirmado Henrietta Fore, Directora Ejecutiva de UNICEF.


“El número de niños que pasan hambre, están aislados, son víctimas del abuso, sufren ansiedad, viven en la pobreza y se ven obligados a contraer matrimonio ha aumentado.


Al mismo tiempo, su acceso a la educación, la socialización y algunos servicios esenciales como la salud, la nutrición y la protección ha disminuido. Las señales de que los niños sufrirán las peores consecuencias de la pandemia durante años son inconfundibles”.


Así es como la pandemia de COVID-19 ha afectado a los niños:


  • Hasta marzo de 2021, un 13% de los 71 millones de infecciones por COVID-19 en 107 países (el 62% del total mundial de infecciones) corresponde a niños y adolescentes menores de 20 años, según datos desglosados por edad.

  • Se estima que, en los países en desarrollo, la pobreza infantil aumentará en torno a un 15%. Además, ya se prevé que otros 140 millones de niños de estos países vivirán en hogares que se encuentran por debajo del umbral de la pobreza.

  • Las escuelas de más de 168 millones de niños en edad escolar de todo el mundo llevan casi un año cerradas. Dos terceras partes de los países donde las escuelas han cerrado total o parcialmente se encuentran en América Latina y el Caribe.

  • Al menos uno de cada tres niños en edad escolar no tuvo acceso a la educación a distancia mientras las escuelas permanecieron cerradas.

  • Antes de que acabe esta década, es posible que tengan lugar unos 10 millones de matrimonios infantiles adicionales que podrían anular años de avances en la reducción de esta práctica.

  • Al menos uno de cada siete niños y jóvenes vivía en países donde se impusieron políticas de confinamiento en el hogar durante gran parte del año pasado y, como consecuencia, sufrió ansiedad, depresión y aislamiento.

  • Hasta noviembre de 2020, entre seis y siete millones adicionales de niños menores de cinco años podrían haber sufrido emaciación o desnutrición aguda en lo que iba de año, elevando la cifra total a 54 millones de niños emaciados. Se trata de un aumento de un 14% que podría traducirse en más de 10.000 muertes adicionales al mes, sobre todo en África Subsahariana y Asia Meridional. Además, la disminución del 40% en los servicios de nutrición dirigidos a niños y mujeres podría empeorar otros resultados relacionados con la alimentación.

  • En noviembre de 2020, más de 94 millones de personas corrían el riesgo de no recibir una vacuna a causa de la interrupción de las campañas del sarampión en 26 países.

  • En noviembre de 2020, en 59 países de los que se dispone de datos, los refugiados y los solicitantes de asilo carecían de acceso a cualquier tipo de ayuda de protección social relacionadas con la COVID-19 debido al cierre de las fronteras y al auge de la xenofobia y la exclusión.

  • Alrededor de 3.000 millones de personas de todo el mundo carecen de instalaciones básicas para lavarse las manos con agua y jabón en su hogar. En los países menos desarrollados, tres cuartas partes de las personas, más de dos terceras partes de las escuelas y una cuarta parte de las instalaciones de atención a la salud no cuentan con los servicios básicos de higiene necesarios para reducir la transmisión de la COVID-19. Como promedio, 700 niños menores de cinco años mueren cada día de enfermedades causadas por la falta de agua, saneamiento e higiene.


“Los niños deben ocupar un lugar primordial en los esfuerzos de recuperación”, aseguró Fore. “Para ello, hay que dar prioridad a las escuelas en los planes de reapertura. Esto significa brindar protección social, por ejemplo, a través de transferencias de efectivo para las familias. Y significa también proporcionar servicios esenciales a los niños más vulnerables. Solo así podremos evitar una generación perdida”.


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