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El misterio de las cinco apariciones de la Virgen de Guadalupe

Una de las revelaciones ocurrió en la actual capilla de El Cerrito, en lo alto de la Villa de Guadalupe

Miguel Cabrera, 1695 - 1768. Óleo 231 cm. Capilla del Pocito, Villa de Guadalupe.

por Redacción/ChatGPT

Ciudad de México (Quinceminutos.MX). – En los anales de la historia se entretejen narrativas que despiertan misterio y asombro, y una de las más reverenciadas se ancla en las áridas laderas del cerro del Tepeyac, en la Ciudad de México. Un enclave marcado por lo sagrado, donde la fe se ha entrelazado con lo inexplicable a lo largo de los siglos.

 

En la actual Capilla de El Cerrito, en la Villa de Guadalupe, se entrelazan los hilos del pasado y el presente. Un sitio que resguarda la esencia de un encuentro que transformó los cimientos de la fe. Aquí, María Santísima descendió de la cumbre del cerro, transitando hacia un manantial de aguas salitrosas, donde Juan Diego se vio arrebatado por lo divino.

 

Los muros de esta capilla, reverenciados como joyas del barroco, encierran secretos insondables. Las cúpulas, engalanadas con la vibrante talavera poblana, guardan en su seno la historia de cuatro de las cinco apariciones de la Morenita del Tepeyac. Un relato tejido con fe y prodigio, impregnado en las paredes de este santuario.

 

Cada aparición emerge como un eslabón en una cadena de acontecimientos extraordinarios, trascendiendo el tiempo y avivando la fe de quienes se sumergen en su misterio.

 

La primera, un llamado resonante desde las alturas del Tepeyac, pronunciado en voz dulce que convocó a Juan Diego, el más humilde de sus hijos, a la edificación de un templo en aquel lugar sagrado.

 

La segunda, un encuentro revelador donde la Santísima Virgen proclama su identidad como la siempre Virgen Santa María, Madre del verdaderísimo Dios, sembrando semillas de devoción en el corazón del humilde campesino.

 

La tercera aparición, al alba del 12 de diciembre de 1531, donde la señora del cielo tranquiliza a Juan Diego, asegurándole la salud de su tío y marcando la senda de la esperanza. Un acto prodigioso, al transformar simples rosas en una prueba contundente de su divinidad.

 

La cuarta, la más célebre de todas, despliega ante el obispo Fray Juan de Zumárraga un milagro insólito. Mientras las rosas caen al suelo, la imagen de la Virgen María, se plasma en la tosca tilma de Juan Diego, dejando una huella imborrable en la historia y la fe de millones.

 

Pero aún queda un eco en el misterio, una quinta aparición que se despliega en el mismo día. Según las enseñanzas religiosas, la Virgen se revela al tío de Juan Diego, sanándolo de todas sus dolencias y proclamándose como Siempre Virgen Santa María de Guadalupe, una presencia sanadora que se expande más allá de lo terrenal.

 

Estas apariciones, intrínsecamente ligadas a la historia y la devoción mexicana, mantienen viva la llama de la fe, desafiando la lógica y convirtiendo este rincón de la Villa de Guadalupe en un santuario de misterio y esperanza, donde lo divino se fusiona con lo humano.

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