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Del lado que se decide estar o ¿cuántos AMLOs hoy estorban?

Foto del escritor: Quinceminutos.MXQuinceminutos.MX

Actualizado: 19 oct 2020

El presidente de la República ha decido no estar, en la dimensión que debiera, en la emergencia por el Coronavirus. No la ve tan importante y el adjetivo de “crisis transitoria”, aunque es estrictamente cierto, si se atiende que pasará en algún momento, deja ver que la minimiza, pues su tamaño puede ser de enormes consecuencias a la salud y al futuro de todos los mexicanos.


Los programas asistencialistas que reiteró en su Informe Trimestral del domingo no son nuevos ni contribuyen a las soluciones de fondo.

Está actuando como si los fondos públicos fueran infinitos, nomás porque sus legisladores aprobaron una reforma constitucional que obliga al Estado a pagar pensiones y becas, esas que ya no podrá cubrir, si las arcas de la tesorería quedan vacías.

Le falta, como siempre, visión.

Ese es su principal problema: su tozudez, su incapacidad de reinventarse y adecuarse a las circunstancias.

En cualquier otro momento, el país que construye desde su imaginación y sus utopías ideológicas, podría aterrizar en la realidad.

No puede ver que aquel México que construyó en sus sueños y sus principios, tan porfiados y tan fundamentalistas, ya no puede existir, al menos no en el mediano plazo.

Eso que llamó la Cuarta Transformación (4T) podría haberse concretado en otro tiempo, pero no en esta crisis. El error más grave de López Obrador está en su esencia, en su terquedad y en su inflexibilidad.

A pesar de que pudo hacerlo en las ocasiones que fue candidato, ahora es incapaz de generar en sí una metamorfosis positiva. Pero no es el único fundamentalista, porfiado y miope. Hay tantos que también resultan, en muchas y distintas situaciones, un lastre para la colectividad, en medio de la pandemia.

Qué decir de aquel que desde su holgura económica acabó con los desinfectantes y los antibacteriales en los supermercados.

Iluso. Si el de al lado, tanto como el que está a kilómetros de distancia, no tiene esos insumos contra el SARS-CoV-2, sigue él en mucho peligro.

Qué decir de los políticos acomplejados, que perdieron una elección y ahora escupen hiel.

Enanos. Conducir a la horda de sus irreflexivos seguidores a la ofensa contra las actuales autoridades, no le dará los votos que esperan.

Cuando ellos tuvieron una responsabilidad de gobierno, no hicieron mucho y, en cambio, dejaron una larga estela de corrupción.

Qué calificativo merecen quienes andan buscando muertos debajo de las piedras, nada más para contradecir a las autoridades y porque quieren que el adversario político fracase. Perversos. Desde el corazón, el deseo del bien para el otro es el principio del bien propio.

Qué opinar del vociferante que, desde la comodidad del móvil, lanza insultos a diestra y siniestra, sin argumentos y sin información.

Abyecto. Porque en la tarde se sale a echar la “chelita” con los amigos o de paseo en plena contingencia, poniendo en riesgo a todos los que “salva” con sus comentarios envenenados en redes.

Qué suponer del empresario que se pone en la estatura de “motor del país” y “generador de empleos” y exige del gobierno un programa de prórroga en el pago de impuestos, pero ha mandado a sus trabajadores sin sueldo a sus casas o ni siquiera ha permitido que cesen sus labores.

Mezquino. ¿Por qué no hace como los verdaderos empresarios con visión que, pese al riesgo económico propio, de su patrimonio y su esfuerzo, construido a través de generaciones, sí están pagando emolumentos completos y se preocupan por la salud de su gente?

No lo hace, porque es un vil abarrotero -que me disculpen los reales- y no un empresario.

Qué decirle al sectario que pone etiquetas de “chairos”, como lo hace también AMLO con los “fifís” -el tabasqueño ya está planteado como un problema en esta crisis-, y reclama que la gente siga en la calle. Les dice “pendejos” por no “irse a meter a sus casas”.

Miope. Él lo dice desde su hogar con el refrigerador repleto, sin necesidad de ir a buscar el pan en el poco trabajo que haya todavía.

Todos se quejan de Andrés Manuel, pero pocos se peguntan con conciencia: ¿soy como él?

O, ¿estoy haciendo, desde mi pequeña trinchera, desde mi diminuta conciencia, algo por mi enorme comunidad? Sin darnos golpes de pecho, en serio, habría que hacernos la pregunta:

¿Cuántos AMLOs -ya que esa es la medida de muchas bocas- andan hoy por ahí?


Twitter @Alvaro_Rmz_V

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