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Ayuntamientos al filo del desgobierno

Actualizado: 14 jul 2021


“El gobierno tuvo su origen en el propósito de encontrar una forma de asociación que defienda y proteja la persona y la propiedad de cada cual con la fuerza común de todos”: Jean Jacques Rousseau

La inexperiencia y falta de una idea definida de lo que debe ser el funcionamiento de un gobierno están convirtiendo a las autoridades recién llegadas a nivel municipal, en lo mismo que criticaron antes de alcanzar al poder.


Si bien las banderas políticas durante las campañas de 2018 eran la falta de atención en materia de seguridad, economía, educación, salud y opacidad de los gobiernos que estaban entonces en funciones, actualmente las quejas siguen siendo las mismas, pero agudizadas por un contexto estatal inestable y un panorama nacional que poco abona a resolver los problemas a nivel de tierra o en el bolsillo de la gente.


La ausencia del gobierno en temas prioritarios como la seguridad y la aplicación de la justicia, está dejando mal parada a las administraciones, que parecen entregar resultados muy cortos ante la expectativa generada por la llegada de candidaturas ciudadanas y una ríspida contienda electoral que dejó más división que buenos gobiernos en las comunidades.


El más claro ejemplo es la ola de violencia que enfrenta el estado de Puebla y la indefensión de los habitantes, ante la operación delincuencial.


Los casos más claros son la existencia de bandas de narcomenudeo en plena ciudad de Puebla, los ejecutados hallados el viernes 29 de marzo en Amozoc y la fosa clandestina del Mercado Morelos, ubicada dos días después a un costado de la misma zona comercial. Aunque estos forman parte de la herencia de las administraciones estatales y municipales recientes, generan una percepción de incapacidad de los nuevos gobernantes para frenar la violencia en el estado.


Esta perspectiva pudiera interpretarse al calor del golpeteo mediático contra alcaldes o el propio gobierno del estado, sin embargo, los hechos rebasan cualquier tinte partidista al replicarse en municipios distintos y desvinculados entre sí. Tal es el caso de la incursión del comando armado a Nuevo Necaxa, la tarde del sábado 30 de marzo, donde los sujetos armados asaltaron comercios y sometieron a policías sin que nadie pudiera interponerse. Es más, al lunes siguiente, el 1 de abril, un grupo armado interceptó a trabajadores de Tesorería del mismo Ayuntamiento y les arrebató el dinero de la nómina que asciende a 240 mil pesos.


Le siguió la balacera en Chignahuapan entre bandas de narcomenudistas, registrada la tarde del martes 2 de abril, con el saldo de una persona muerta. En este caso sí hubo seis personas detenidas.


Apenas la sociedad poblana intentaba asimilar el paso de un hecho violento a otro, cuando la tarde del 3 de abril otra balacera se registró en el estado, ahora en el municipio de Huejotzingo, dejando a un hombre y a una menor de edad muertos.


Aunque la autoridad ha intervenido puntualmente en cada uno de estos casos, su participación parece más del típico policía que llega después de que los delincuentes se dieron a la fuga y sin capacidad para averiguar ni por qué rumbo se fueron los "presuntos responsables".


La vulnerabilidad de la posesión y la persona, deja en entredicho la capacidad de los nuevos gobiernos para corresponder a sus poblaciones con la encomienda de ejercer la ley y garantizar la permanencia del contrato social. No se trata solo de administraciones que han dejado de hacer lo que manda la ley, sino que además las funciones que han asumido, las realizan a medias.


Mientras la posesión ni la persona estén a salvo, el gobierno pierde toda legitimidad y orilla, precisamente, al desgobierno que no es otra cosa más que la incapacidad para hacer cumplir la ley dentro de su territorio.


Twitter @mecinas

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