El sismo que sacudió a los Millennials
Absortos en sus celulares y tabletas, los jóvenes mexicanos menores de 30 años jamás habían enfrentado una situación de crisis colectiva como la registrada durante el terremoto del 19 de septiembre de 2017. A lo sumo, habían tenido que lidiar con la recesión económica del 2008 y la mediática pandemia de influenza H1N1 en 2009. Ninguna, comparada con la sacudida de realidad de aquella tarde de verano.
En cuestión de segundos, el México que conocían -el reconstruido por sus padres y abuelos tras el terremoto ocurrido exactamente 32 años atrás-, se vino abajo. De pronto, se encontraron mirándose de frente a una realidad a la que no estaban acostumbrados, pero que siempre había estado ahí. Lo diferente, es que ahora los muertos, los escombros y las casas cuarteadas la hacían más que evidente.
Eran las 13:14:40 horas cuando los teléfonos inteligentes se detuvieron, dejaron de ser útiles en las manos de la mayoría de sus usuarios y fueron rebasados por una muchedumbre que se abalanzó a las calles en medio de gritos, llanto y risas nerviosas. No era más que el susurro de una realidad inadvertida, la del nahual -como la llamaban los toltecas- que sacude a un pueblo para detener su frenética y errónea concepción de la inmortalidad, pero que a la vez reclama su reconocimiento como parte de un todo en el universo.
Y así fue, los nuevos mexicanos, los llamados Millennials e incluso considerados como "una generación perdida", se miraron de frente con la otredad del mundo y tuvieron que decidir entre dar un “like” o un “retuit”, o bien, voltear a ver al otro, ese que siempre había estado allí, tomar los escombros con sus manos y reconstruir a México.
En minutos la juventud se puso la casaca y salió a las calles en calidad de brigadista, de voluntaria, a coordinar las acciones de rescate, recolectar víveres y llevar despensas a los pueblos más apartados, incluso a aquellos que jamás hubieran imaginado que existían.
Los otros -los mayores de 30 que crecieron con las crisis económicas de los 80's y 90's, que fueron testigos del renacer de México entre los escombros de 1985 y de la pérdida de todos los bienes del Estado en beneficio de unos cuántos-, incrédulos, se asumieron una vez más como la fuerza trabajadora que habría de sacar adelante al país porque ni del gobierno ni de los partidos políticos podría esperarse algo.
La #FuerzaMéxico hecha de una mezcla de ambas generaciones, dio la espalda a todo aquello que apestara a político y rechazó a quienes intentaron lucrar con la tragedia. Vino entonces un reconocerse en el otro, sin el cual -como lo refiere Emmanuel Levinás- el mundo no tendría sentido.
Han pasado apenas dos semanas desde el terremoto y el corazón de México vibra con la misma intensidad que hace tres décadas; revive, también, esa solidaridad que parecía perdida en medio del desengaño producido por sexenios que privilegiaron lo extranjero sobre lo local.
Hoy la "Primavera mexicana" podría representar una cortina de acero entre un antes y un después en el país, sobretodo porque aparece en la antesala de una nueva elección presidencial…
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